Derechistas, golpistas, millonarios, evasores: las historias detrás de los dueños del negocio de las cubiertas. Hoy, como ayer, se niegan a atender los reclamos de sus trabajadores.
En el frío invierno de 2008 en Argentina estalló una rebelión de los obreros del neumático. Pararon las máquinas y marcharon, primero cerca de las plantas y luego al centro porteño. La columna iba encabezada por una bandera que decía “Empresas ricas, trabajadores pobres”. La acompañaba otra, pintada a mano y sin rodeos: “Pirelli chupasangre explotador”.
Rebelados por sus hernias y salarios, algo sabían aquellos muchachos de sus patrones.
Casi 15 años después nos encontramos ante un nuevo conflicto pero el mismo problema. De un lado empresarios que ganan fortunas; del otro, trabajadores que dejan sus días en las fábricas con convenios noventistas que los llevan a laburar hasta 7 días seguidos, con turnos rotativos. El sindicato denuncia que el costo de mano de obra por cubierta es de solo 1.000 pesos, lo que representa menos del 2 % del precio de venta. Reclaman, además del aumento salarial, que las horas del fin de semana sean pagadas al 200%.
Fate, Pirelli y Bridgestone hasta hoy se oponen. Para entender la dureza de las patronales, vale hacer un breve repaso de su historia.
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Un humanismo a lo Mussolini
“Soy un humanista. Me interesa el hombre, con su dignidad y sus derechos”. Así se define Franco Livini, el capo de Pirelli en Argentina. Lleva más de 65 años en la empresa, pero además presidió Telecom y la fundación neoliberal FIEL. El elogioso autoretrato lo pronunció en medio de su campaña para las elecciones italianas. El “humanista” Livini fue entonces candidato a senador por la lista de Mirko Tremaglia, un polémico dirigente del fascismo italiano en vida de Benito Mussolini.
No parece, de todos modos, una inclinación ideológica sólo de Livini. El fundador de la marca, Alberto Pirelli, llegó a ser ministro de Mussolini. Semejante línea de conducta le trajo beneficios también en Argentina, donde la dictadura cívico militar estatizó su deuda privada de 127 millones de dólares. Fue en 1982 y todavía la pagamos.
Fundada a fines de 1800, la marca levantó su primera planta en Argentina en 1919. Imposible saber si fue su espíritu emprendedor o los consejos obreros que se levantaron en Turín por aquellos años lo que empujó a Don Alberto a abrir fábricas fuera de Italia. Lo cierto es que hoy la empresa tiene más de un centenar de plantas en todo el mundo, que ocupan a 38 mil trabajadores y facturan miles de millones de euros por año.
En los últimos años los directivos italianos de Pirelli fueron noticia. No solo por los casos de corrupción, sino por sus sueldos. En medio de la crisis económica cobraban 8,1 millones de euros. Era parte de la élite de diez italianos más ricos, que poseían una riqueza igual a la de los 3 millones de italianos más pobres.
Esos son los “humanistas” de Pirelli.
Golpe a golpe
“El 22 de abril de 1931, el entonces presidente provisional de la República Argentina, Teniente General José F. Uriburu, decretó la autorización para que la empresa funcionara como sociedad anónima”. Así recuerda Firestone el inicio de sus negocios en Argentina. En realidad el “presidente provisional Uriburu” había dado el primer golpe militar de la historia argentina en junio de 1930. Harvey S. Firestone no dudó en apoyar ese gobierno que se había impuesto desde los cuarteles pero se había parido desde las oficinas de la Sociedad Rural, la Unión Industrial y la Embajada de EEUU. Como símbolo de compromiso, la empresa aportaría dos de sus gerentes - Horacio Beccar Varela y Pablo Calatayud – como ministros de Uriburu.
Con el paso de los años, el apoyo a regímenes militares se convirtió en toda una costumbre para Firestone. Según documentos desclasificados del Departamento de Estado norteamericano, la empresa fue parte del “centro de coordinación” que armaron multinacionales y militares tras el golpe en Brasil en 1964. Más tarde sería denunciada como “una de las multinacionales del Plan Cóndor”, un sistema organizado por los militares, con colaboración de Estados Unidos, para perseguir y asesinar a militantes políticos y sindicales en la década del 70.
Pero quizá la mancha más conocida de la marca es su plantación de caucho en Liberia (África). Según alega la denuncia de los trabajadores y organizaciones de derechos humanos, allí se realiza “trabajo forzado, el equivalente moderno de la esclavitud”. Allí trabajan familias enteras, ya que los obreros no pueden cumplir solos la cuota de caucho que demandan los capataces. Según la demanda, “Firestone maneja de manera idéntica a como era operada cuando la abriera en 1926”.
Una realidad que dista mucho de la imagen de “responsabilidad social empresaria” que difunde la empresa desde su página corporativa.
Desde 1988 Firestone se asoció a la japonesa Bridgestone. Según se conoció hace pocas semanas, en 2021 sus ganancias mundiales ascendieron a 3.006 millones de euros. Buena parte se la reparten entre los CEO de la empresa, que forman parte de la élite de ejecutivos que cobra un promedio de 12 millones de dólares anuales. 300 veces el salario de un trabajador, según el Instituto de Política Económica de los Estados Unidos.
En la Argentina se hicieron conocidos hace poco porque repartieron un bono de “participación de ganancias” entre sus obreros. La realidad es que durante años no lo pagaron, ocultando sus ganancias, pero además detrás de ese “premio” hay muchas cosas que explicar, como hacemos acá.
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Aluminio, caucho y paraísos fiscales
Hace un par de años, la revelación de los Panama Papers causó revuelo. Entre los políticos y capitalistas sospechados de lavar dinero y evadir impuestos, figuraban varios integrantes de la familia Madanes. Pero la pasión de los dueños de Fate y Aluar por los paraísos fiscales ya era conocida. En 2013, el diario La Nación reconocía que varios de ellos habían tenido “fideicomisos y sociedades offshore en Islas Cook, Bahamas, Islas Vírgenes y Panamá con conexiones a cuentas en Suiza”.
Pero el Caribe no era más que un lugar para multiplicar esas fortunas, que tenían otro origen. La familia Madanes Quintanilla había levantado su imperio gracias al pacto con el dictador Lanusse, que en 1971 le adjudicó el monopolio del aluminio a través de Aluar. Desde esos años, el grupo se convirtió en uno de los más importantes ‘capitales nacionales’, de buena relación con los poderes de turno. Producto de esas amistades Fate fue favorecida igual que Pirelli con la estatización de parte de su deuda privada que hizo la dictadura en 1982. Otros 223 millones de dólares que seguimos pagando todos.
Los dólares que giraba a sus paraísos fiscales salían de la sangre, sudor y lágrimas de los obreros del neumático y metalúrgicos de sus plantas de San Fernando y Puerto Madryn. Pero también de los cientos de trabajadores “de segunda” que levantaron las paredes de su imperio. Como los 10 tercerizados que murieron en junio de 2007 al derrumbarse el silo que construían. La mayoría eran bolivianos.
Así que fue que Javier Madanes se convirtió en uno de los hombres más millonarios de la Argentina, según la revista Forbes. Tiene una fortuna personal de 1.600 millones de dólares, 61.000 millones de pesos. Seguro te cuesta imaginar cuánta guita es eso. Para tener una idea, es igual al presupuesto anual de la provincia de Jujuy. Con esa plata se podrían construir 1.000 escuelas, o 2.000 jardines o 50 hospitales. Y atender las demandas salariales y de condiciones de trabajo de los obreros del neumático, ni hablar.
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El conflicto del SUTNA es un conflicto testigo. O ganan los chupasangre de siempre o los que se rompen trabajando las noches y fines de semana haciendo cubiertas. Si ganan los trabajadores, tendrán más fuerza para enfrentar ese régimen noventista y pelear por mejores condiciones laborales y más tiempo libre.